Sí, existe.
El suicidio ya es la primera causa de muerte no natural en España, llegando incluso a duplicar las muertes por accidentes de tráfico. La Fundación ANAR, registró un incremento del 145% de llamadas por planes o intentos de suicidio durante el 2020 frente a las registradas en el 2019.
La pandemia sigue dejando estragos en la salud mental, y los casos de autolesiones e intentos de suicidio han incrementado en la población más joven a raíz del confinamiento. Y con todo esto, España sigue sin tener un plan nacional de prevención de suicidio.
Entonces, ¿por qué no se habla de suicidio?
Miedo. El miedo es la principal causa que hay detrás de que no se hable abiertamente sobre suicidio.
Existe una creencia desde el temor a que si se habla de suicidio, esta idea podría llegar a incitar a otras personas a poder planteárselo como opción o incluso a cometerlo.
No obstante, el hablar de ello, acompañar y apoyar a las personas a que expresen su sufrimiento con más apertura, con menos miedo, puede prevenirlo.
Hablar de sufrimiento y tener herramientas para saber acompañarlo, sin invalidar el mensaje que lo acompaña,es una oportunidad para que todas aquellas personas que callan su dolor, hablen, dejen de sentir que deben ocultarlo y sepan que no están solas, que hay opciones más allá de la muerte para dejar de sufrir.
Porque algo que queremos dejar claro es que las personas con ideación o conductas de suicidio no quieren morir, lo que quieren es dejar de sufrir, pero no encuentran alternativas u oportunidades para acabar con su dolor.
No hablando de ello, no dando voz a los casos de muerte por suicidio, no dando información sobre qué hay detrás del suicidio, perpetuamos el dolor, el dolor del silencio.
No hablando de ello, seguimos permitiendo que estas personas no se sientan acompañadas, que estén solas, que no tengan más salidas, que piensen que lo que les pasa es algo raro, que las ideas que tienen no deberían tenerlas y que está mal como piensan y cómo se sienten.
De este modo, perpetuamos la ocultación y minimización del dolor, la falsa apariencia del bienestar, el no querer asustar o preocupar a la sociedad, mientras, quienes más asustadas y preocupadas están, son las personas que cargan con el sufrimiento y la desesperanza.
¿Qué hay detrás del suicidio?
Hay creencias en torno al suicidio sobre que las personas que se suicidan lo hacen por ser débiles o cobardes. Con esto lo que conseguimos es promover el que no se pida ayuda o que se sufra en silencio.
¿Cómo vamos a hablar de sufrimiento y dolor si no se ha naturalizado el poder hablar de ello? ¿Acaso alguna vez no hemos sufrido nosotras mismas, o ha sufrido alguien cercano a nuestro entorno? ¿Tiene que ocurrirnos algo grave para que nos demos cuenta de que el sufrimiento existe?
Detrás de las personas que fallecen por suicidio hay dolor, entendiendo dolor como el “sentimiento intenso de pena, tristeza o lástima que se experimenta por motivos emocionales o anímicos”.
Junto a ese dolor se presenta la desesperanza: “pérdida de la paciencia o de la tranquilidad de ánimo, causada generalmente por la consideración de un mal irreparable o por la impotencia de lograr éxito”.
Este dolor y esta desesperanza no aparecen de la noche a la mañana, aparecen a raíz de un cúmulo de experiencias y vivencias, de acontecimientos puntuales de gran impacto emocional, de falta de apoyos sociales, de no saber gestionar las emociones, de no tener recursos a su disposición para el cambio, de no saber pedir ayuda, de creencias sociales, personales y/o familiares, de que otras personas desconozcan cómo atender esas peticiones de ayuda…
Las personas que se suicidan NO lo hacen…
… por ser valientes.
… por ser cobardes.
… por ser débiles.
… por ser pecadores/as.
… por ser egoístas.
… porque se hable en los medios de comunicación.
… para llamar la atención.
… de manera impulsiva y porque no puede prevenirse.
… porque se hable de suicidio abiertamente.
… porque lo han intentado antes y se menciona el tema o se habla abiertamente de ello.
… porque están locas.
… porque tienen un problema de salud mental.
Las personas se suicidan por los pocos recursos que existen para atender el sufrimiento, por las dificultades para acceder a tratamientos psicológicos gratuitos y de calidad. Por la poca concienciación sobre el malestar, el dolor, las emociones… y los pocos recursos que hay al alcance de la población general para poder acompañar el malestar propio y ajeno.
Se suicidan padres, madres, hermanos/as, primos/as, hijos/as, amigos/as, abuelos/as, compañeros/as de trabajo, vecinos/as… se suicidan personas.
Las personas se suicidan porque seguimos invisibilizando la salud mental, invisibilizamos hablar de sufrimiento, desesperanza y dolor.
¿Por qué dejar de callarnos?
Necesitamos hablar, y hablar en voz alta del sufrimiento, del dolor, de la desesperanza y del suicidio. Para que las personas sientan que no tienen que esconderse, que las vemos, que vemos el dolor, que estamos para acompañarlas, que hay información sobre cómo hacerlo, que no están solas, que hay más opciones, más recursos.
Todas las personas necesitamos sentirnos validadas, porque esa validación es lo que nos recuerda que lo que sentimos es legítimo, porque validar no significa dar la razón, validar significa que veo y reconozco que estás sintiendo algo, que nos estamos dando cuenta de ello aunque no lo entendamos.
No se trata de tener que entenderlo, sino hacerle llegar a la persona que nos damos cuenta de que ese dolor existe. De esta manera, las personas dejan de callar.
A veces, no necesitamos que nos digan nada o nos den consejos, a veces, simplemente necesitamos que alguien esté y punto.
Callando y silenciado el suicidio lo que conseguimos es lo contrario; invalidar, mandar mensajes de incomprensión, de no entendimiento, de minimización, y eso hace que carguen solas con su dolor sin sentir que hay salida hacia la ayuda.
Así que habla, habla por los/as que callan, habla por los que tienen miedo a hacerlo, habla del dolor, del sufrimiento, de la desesperación, del cansancio, de la frustración.
Porque lo que no se habla se enquista, lo que se enquista duele, y el dolor, nos lleva al sufrimiento.
Grítalo bien fuerte, estamos aquí para escucharte.